Este año recibe la parrilla de Oro la comparsa de gigantes y Cabezudos de Huesca, figuras claves de las fiestas de la ciudad, no sólo en San Lorenzo, sino en otras fechas, como en Santo Domingo, solo por mencionar una de las más representadas de ellos.

parrilla de oro 2016 gigantes y cabezudos (0)

La comparsa de Gigantes y Cabezudos de Huesca parrilla de Oro 2016 / Foto: C.Pascual

Estas figuras son una tradición popular que se celebran en muchas fiestas no sólo de España, sino de toda Europa y de Hispanoamérica, consistente en sacar en los desfiles a personajes populares locales o a figuras mitológicas, bailando y animando o persiguiendo a la gente que presencia dichos desfiles.

Podemos darnos cuenta de su importancia en la tradición española, hasta el punto en que estos personajes fueron tratados, y su tradición recreada, por conocidos escritores costumbristas, como Mariano de Cavia, Juan Moneva o José Blasco Ijazo. También A. Campion, en su novela Don García Almoravid, describe el paso de la procesión de San Fermín por las calles de la Navarrería en el año 1276. Incluso en la zarzuela se trató esta costumbre: Miguel Echegaray publica en 1918 su obra Gigante y Cabezudos, “zarzuela cómica en un acto y tres cuadros” que se sitúa en Zaragoza. Los personajes de esta curiosa obra serán gigantes, cabezudos, un coro general y otro de niños, y la banda de guitarras y bandurrias, tamboril y gaita.

Los «gigantes» (llamados gigantones en parte de España) tienen una altura desproporcionada, creando un efecto de nobleza, mientras que en los «cabezudos» de menor altura, se destaca la proporción de la cabeza, dando un efecto más cómico.

Los caballitos, comunes en el folclore de diversas partes de España, son figuras que imitan un pequeño caballo, del que cuelgan grandes faldones. El porteador asoma la mitad superior de su cuerpo, mientras los faldones ocultan sus piernas. A cambio, de los lados del caballo cuelgan otras dos, pequeñas y falsas. En Aragón, los únicos caballitos que han pervivido son, precisamente, los “caballicos” de Huesca.

La esencia del festejo, aparte de en las figuras, reside en esa relación que se establece entre la muchedumbre, sobre todo, infantil y los gigantes y cabezudos, que consta de persecuciones, insultos y escobazos. De hecho, muchas veces los cabezudos salen mal parados del “enfrentamiento” Los gigantes, en cambio, suelen ser más respetados, seguramente por sus figuras imponentes. Los niños, envalentonados, al ser un grupo más numeroso, citan a los cabezudos con, apelativos “injuriosos” y cancioncillas satíricas, y los cabezudos responden arremetiendo contra el grupo, que se refugia en portales y bocacalles. Seguramente, en parte, a este gusto por el riesgo y la trasgresión de las leyes de urbanidad se debe la propia supervivencia de la fiesta. Los cabezudos, eso sí, necesitan ser ágiles para hacer brincos y cabriolas y tener la fuerza suficiente en sus arremetidas y correrías, y la sutileza de que todo quede en un montón de risas.

Estas figuras representan, en general, por lo feo de su rostro y lo ridículo de su desproporción, lo bajo, vil y risible de la naturaleza humana, y son objeto por ello de burla por parte de la ciudadanía.

El origen de las comparsas de gigantes y cabezudos es incierto. Dentro de la tradición cristiana occidental, los testimonios vinculan su aparición con importantes fiestas de la Edad Media, por ejemplo, el Corpus. Estas figuras participaban en la construcción de la escenografía de estas celebraciones rituales.
Las primeras referencias escritas conocidas son de 1201 en Pamplona (Navarra) con tres gigantes que representaban a tres tipos de oficios: un Leñador, una cocinera y un minero. Solían salir en la procesión de San Fermín. Más tarde, la tradición de los gigantes, fue esparciéndose por España y todo el mundo.

En 1558 existe en Toledo un grupo de cuatro gigantes que representan las cuatro partes del mundo (sin Oceanía), en adoración a la Sagrada Eucaristía. Estas figuras se copian en Valencia, y luego en Pamplona, Zaragoza y otros lugares. En estas regiones, precisamente, existe también documentación temprana sobre las procesiones, de la que se pueden dar algunos ejemplos.

En Madrid era muy famosa la llamada Tarasca, figura monstruosa de sierpe que se sacaba en las procesiones. Durante el reinado de Felipe II se mandó que la Tarasca dejase de ir en éstas, y se quedaba a la puerta del templo, una costumbre que llegó hasta Carlos III, en tiempos de quién fue definitivamente prohibida. En Sevilla, esta figura era la de una enorme serpiente de siete cabezas, escamada, de verde y plata, cuyas fauces se abrían y se cerraban de manera mecánica por los hombres que iban en su interior, que llevaban en el lomo un castillejo y otra figura llamada Tarasquillo, que se asomaba de vez en cuando por las almenas del castillo. En Tortosa aún se conservan, y son muy populares, tortugas enormes que como la antigua Tarasca madrileña alargan el cuello y abren la boca, asustando a los timoratos.

En la ciudad de Huesca la caracterización actual de los gigantes, los masculinos como maceros o heraldos –aunque posteriormente se los consideró reyes (Reyes Pedro I y Alfonso I de Aragón) y los femeninos con trajes tradicionales altoaragoneses, nació en 1860 con la renovación de la comparsa por el artista zaragozano Félix Oroz. El Concejo oscense, el cabildo de la Catedral y la Universidad de Huesca acudían en siglos pasados –y el Ayuntamiento sigue haciéndolo hoy- precedidos por maceros, portando valiosas y artísticas mazas ceremoniales de plata. Los gigantes masculinos son eso: maceros y heraldos, en cuyas vestimentas figuran cuatro emblemas heráldicos: los dos escudos que ha tenido Huesca, las barras aragoneses y el escudo de la cruz de San Jorge y las cuatro cabezas de reyes moros, que se consideraba creado tras la batalla de Alcoraz y la conquista de la Huesca musulmana. Desde hace tiempo, sin embargo, los gigantes han recibido el nombre de dos reyes de Aragón: Pedro I, cuya figura ha sustituido la maza por la espada, y Alfonso I el Batallador

Las gigantas femeninas son Chesa y Fragatita que visten dos de los trajes tradicionales más característicos del Altoaragón, pertenecientes respectivamente al Pirineo (valles de Ansó y Hecho) y las tierras llanas del río Cinca (ciudad de Fraga). La Chesa recibe este nombre, el de los habitantes de Hecho, desde 1860. Sin embargo, en tiempos recientes es frecuente que se la llame también Ansotana, por el otro valle pirenaico, el de Ansó, en que pervive con gran fuerza la utilización de este singular traje. Porteadores Desde hace más de cuarenta años, las figuras de la comparsa son llevados por miembros de la comunidad gitana de Huesca.

La comparsa de Huesca, compuesta por cuatro gigantes, cinco cabezudos y dos caballicos, es, junto a la de Zaragoza, la más antigua y mejor documentada de Aragón. En 1609, durante unas fiestas de carácter religioso, participaron “cuatro gigantes de excesiva grandeza”. Fue en 1663, no obstante, cuando la ciudad decidió contar con una comparsa permanente, gastando para la confección de las figuras una suma considerable (313 libras jaquesas). Un inventario de la casa consistorial, en 1664, menciona ya “un arca de pino grande y nueva” que contenía las cabezas y manos de cuatro “gigantes”, sus trajes y los vestidos de los “pequeños”. La primera actuación de la comparsa fue en la procesión de San Lorenzo el 10 de agosto de 1663. La comparsa de Huesca cumplirá en 2016, por tanto, trescientos cincuenta y tres años de vida ininterrumpida. La comparsa nacida en 1663 era, hasta cierto punto, similar a la actual. Las noticias del siglo XVII hablan de cuatro gigantes, entre los que había, al menos, una giganta. Alguno portaba maza, al igual que luce hoy el gigante que representa al rey Alfonso I el Batallador. Los documentos mencionan también “enanos” – negros incluidos¬ – y “caballicos”.

La última gran renovación de las figuras tuvo lugar en 1989, a cargo de Julio Luzán. Pese a tal sucesión de restauraciones y renovaciones, la característica más destacada de la comparsa de Huesca es la permanencia.

Fabricación

La construcción de gigantes y cabezudos es una tradición de técnicas artesanas muy antiguas, que en general se continúan conservando, si bien los materiales han cambiado en buena medida.

La fabricación es de gran simplicidad, pues no se requiere para su elaboración una sofisticada tecnología y los materiales son sencillos. Lo que si es necesario poseer por parte del artesano es gran habilidad y sensibilidad a la hora de hacer los moldes. Por ejemplo, es importante decidir las características psicológicas de la figura, que tendrá una serie de rasgos acentuados, especialmente el cabezudo. Éste suele disponer de facciones cómicas, a veces con maligna sonrisa o gesto ridículo, incluso de jorobada actitud. En el caso del gigante, cobra quizá más importancia el vestuario.

Las figuras están realizadas en cartón-piedra o poliéster (o, más recientemente, fibra de vidrio) con un armazón de cañizo, madera, hierro o aluminio que se cubre con tela.

Fotos: C.Pascual

.